
Los primeros datos que tenemos del lagar se remontan a mediados del siglo XVIII, como una propiedad perteneciente a los hermanos Don Lázaro Torrijo Vargas, regidor perpetuo de la ciudad, y de su hermano Don Antonio, abogado. La heredad de viña contaba con diversas instalaciones, como un lagar, bodega de tinajas, cocina, despensa, horno, caballeriza, pajar y dos cuartos en alto. Además, poseía tierras de secano, abarcando 61 obradas, 40 de primera calidad y 20 de segunda calidad, lo que equivalía a aproximadamente 16 hectáreas de viña. También incluía una huerta regada por dos manantiales. Los propietarios contaban también con una casa en la calle Mariblanca con bodega, presumiblemente utilizada para almacenar los vinos producidos en el lagar.
Con el paso del tiempo, el lagar fue cambiando de propietarios hasta que finalmente fue expropiado el 6 de septiembre de 1930 para llevar a cabo la reforestación de la zona. El lagar contaba en ese momento con 39 hectáreas de viña y olivar. Sin embargo, las viñas estaban en mal estado y abandonadas. Además, la finca tenía una huerta con dos albercas, así como un arbolado que incluía una alameda con más de 500 ejemplares, útil para la obtención de madera. También se destacaban extensiones de alcornoques y encinas.
«También incluía una huerta regada por dos manantiales»
Lagares y Cortijos
La finca albergaba dos edificaciones principales: un lagar y un palomar. El edificio principal, de dos plantas y en buen estado de conservación, disponía de diferentes espacios, como despensa, cocina, comedor, seis dormitorios y oratorio en la planta alta. En la planta baja tenía tres dormitorios, cocina, lagar de pisar, molino de aceite con prensa de mano de las fundiciones Ruperto Heaton, bodega, despensa, cuadra y dormitorio de trabajadores.

El lagar se utilizó como vivero forestal durante las labores de reforestación de la cuenca del Chapera. La estructura y los materiales eran típicos de este hábitat rural, con muros exteriores de mampostería ordinaria, argamasa de barro y cal, cubiertas de teja a dos aguas y solería de barro cocido. Los huecos no seguían una composición rítmica y varían en dimensiones.
«El lagar se utilizó como vivero forestal durante las labores de reforestación»
Lagares y Cortijos

Debido a su buen estado de conservación, en la década de 1980 el lagar fue convertido en museo etnográfico. Durante esta transformación, se eliminó parte de la planta alta, que se encontraba en pésimo estado de conservación, y parte de las naves traseras, que fueron adaptadas para convertirlas en aseos y espacios diáfanos destinados a usos culturales. Actualmente, el edificio mantiene su función como museo.
